Frecuentemente en las organizaciones y en los equipos se enquistan hábitos tóxicos o malas costumbres, que perjudican las relaciones y que generan un “ambiente” que no es propicio para el compromiso, la buena predisposición y la actitud de servicio, y que traen como resultado baja productividad, ineficiencia, que no se alcancen los resultados, o que si se alcanzan no se aproveche todo el potencial del equipo.
Estos “vicios” de la conducta impactan en las personas al inyectar emociones que les quita poder, los desanima y los instala en un lugar en el que es difícil actuar. Aparecen emociones tales como: el enojo, la bronca, la desilusión, la tristeza, la frustración, la envidia y el resentimiento. Todo ello sumado al “orgullo” muchas veces lleva al “callar” y al “resistir” lo que va socavando los recursos internos de las personas y los lleva a picos de estrés que derivan en baja performance, falta de coordinación y eficiencia, retraso en la obtención de resultados, y en muchos casos maltratos “psicológicos” entre los protagonistas (con discusiones, etc.).
A continuación presentamos los 5 (cinco) principales vicios que afectan las relaciones, el ambiente de trabajo y por ende los resultados que se obtienen (en eficiencia y uso del potencial) en las organizaciones:
La CRÍTICA: confundimos muchas veces “excelencia” con “exigencia” y “exigencia” con buscar los defectos permanentemente en los demás. Tenemos una tendencia natural a enfocarnos en lo “distinto”, en lo que “falta”, lo que está “fuera” del orden establecido, o de nuestros estándares. Esto conlleva a que muchas veces reine un clima de tensión y negatividad desde el cual se hace difícil desarrollar flexibilidad y creatividad que son dos competencias claves para las necesidades del mercado actual.
La COMPARACIÓN: “las comparaciones son odiosas” expresa un dicho popular. La comparación puede ocasionar estragos en la autoconfianza y en la satisfacción personal al generar expectativas no cumplidas. Una persona puede estar muy satisfecha con su sueldo y sus condiciones laborales hasta que se “entera” de las condiciones de un colega (de dentro o fuera de la empresa),y al “compararse” observa que tiene un rol similar al suyo, desde ese momento aparecen nuevas expectativas que lo desalientan, o hasta le genera un “resentimiento” con la organización. Otro efecto de la comparación surge cuando los Jefes “comparan” desempeños de colaboradores para “motivar” el compromiso de algunos colaboradores que están por “debajo” de la performance esperada (Ej.: “deberías aprender de Juan, fíjate como él hace las cosas”). Este comportamiento no sólo genera una “rivalidad” innecesaria entre colegas, también provoca “frustración” y “resentimiento” en el colaborador hacia el Jefe (“no ve todo lo que hago, sólo lo que falta”, “no me respeta como persona, yo soy diferente”, etc.).
La QUEJA: cuando estamos en la queja nos sentimos “víctimas” de la situación, de lo que acontece. Creemos que tenemos la “razón”, y que nuestra interpretación del hecho es la “realidad”. Quedamos atrapados en la historia que nos contamos acerca de lo que pasó y cuánto nos perjudico aquello. Juzgamos que no somos responsables de lo que nos ocurre y por ende que somos simples “víctimas” de la situación. La queja nos pone en un lugar de comodidad, no nos pueden “acusar” el problema está “afuera”. Pero esa comodidad es un calabozo, nos quita poder, nos paraliza. No podemos salir de la situación que nos molesta porque no somos responsables. La situación se mantiene y las personas que se quejan se autodenominan “realistas” (“las cosas aquí se hacen así, no van a cambiar”).
La COMPETENCIA INTERNA: la competencia por un sentido de valoración personal provoca serios problemas también en las relaciones internas. Cuando el cuidado de “nuestra identidad personal” está por encima de los “objetivos organizacionales”, y sólo nos interesa que se haga lo que nosotros consideramos correcto o lo que consideramos le hará bien a nuestro departamento más allá de los resultados finales. Cuando nuestra “identidad” es más importante que la del “equipo”. Cuando consideramos que nuestras “opiniones” o “interpretaciones” son la verdad y por ello luchamos por “tener la razón”, cueste lo que cueste, y evitamos reconocer errores porque nuestro nombre es más importante que los resultados.
La CONFRONTACIÓN: el enfrentamiento es otro de los hábitos perjudiciales. Las discusiones, el levantar la voz, el mal trato, la acusación, la desvalorización, la ironía, la falta de validación del otro, son algunos de los síntomas de su presencia. Ocurre cuando dejamos de escuchar al otro, para sólo pensar en “nuestra manera de ver”, en “nuestra realidad” como la única válida. Ocurre cuando consideramos que debemos “defender nuestra posición”, porque “estamos en peligro”. Surge de una reacción emocional, del miedo a que nuestra identidad esté en peligro, de que nuestro puesto esté en peligro, y da como resultado el “ataque”, sin importar lo que le pase al otro y sin regla alguna: desde “etiquetarlo” hasta “despotricar” contra él cada vez que tengamos oportunidad y delante de quién nos quiera oír.
Te invitamos a hacerte estas preguntas y reflexionar. La reflexión es el primer paso del camino de aprendizaje para la acción:
¿Reconoces la presencia de algunos de estos “vicios” en tu comportamiento diario? ¿Reconoces la presencia de estos vicios en tu equipo u organización? ¿En qué contribuyes a la existencia de estos vicios?¿Qué cosas de las que te dices facilitan que reincidas en estos vicios? ¿Qué creencias deberías revisar para evitarlos? ¿A qué te puedes comprometer para no contribuir a la existencia de estos vicios en tu organización?
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