¿Tiene algunas conversaciones pendientes en su trabajo con algún colega, con su Jefe o con algún colaborador que insiste en mantener comportamientos inapropiados? Todos nos enfrentamos a conversaciones difíciles en algún momento. Conversaciones que nos generan una sensación de incomodidad a la hora de pensar en ellas, casos que tienen que ver con hacer reclamos, enfrentar un intercambio de opiniones con alguien que afectó nuestros sentimientos o realizar un planteo a nuestro jefe.
Tendemos a evitar este tipo de conversaciones, o posponerlas hasta que el hecho se convierta en insostenible y nos veamos obligados a tomar acción. Algunas veces esa acción involucra decisiones más importantes (ej.: despido de un colaborador, reclamo formal a nuestro Jefe por el comportamiento de un colega, etc.), sin haber tenido la oportunidad de tener esa conversación. El hecho es que por más que las evitemos, en algún momento nos debemos enfrentar a ella.
¿Qué las hace difíciles? En general nosotros mismos, nuestras conversaciones internas, las emociones que nos aparecen fruto de las interpretaciones y opiniones sobre lo que podría pasar, el temor a las consecuencias, y a partir de allí nuestra reacción o posición.
Estas conversaciones tienen 4 componentes:
Para afrontar estas conversaciones es necesario trabajar sobre cada uno de sus componentes:
TENER LA RAZON: considerar que nuestra manera de ver la situación es sólo “una manera de verla” y que los filtros de nuestros “modelos mentales” pueden estar dejando de lado algunos aspectos, y no considerar todos los necesarios. La conciencia de esto permitirá que dejemos de lado nuestra soberbia y que con humildad pensemos en hacer PREGUNTAS. Podemos comenzar con preguntar a otras personas no involucradas directamente en la discusión para tratar de sumar puntos de vistas. Es también un buen ejercicio “ponerse en el lugar del otro” pensar en cómo puede estar interpretando esta situación, ¿qué está en juego para él?. Pero en el momento de la conversación las preguntas tienen que estar dirigidas hacia la otra persona protagonista. Primero buscar entender su posición, y al obtener la respuesta expresarla con sus palabras para que la otra persona “se sienta comprendida”.
EMOCIÓN: Hay que bucear en la emoción, revisar qué la genera, qué nos estamos diciendo (ej: “este tipo me considera un imbécil”) y cuestionar esto que nos decimos. Hacernos preguntas. Hacer el ejercicio de ponernos en una “tercera posición”, como observador, para evaluar nuestras emociones y la de la otra persona. ¿Cómo se siente el otro ante este problema? ¿Lo que me digo en qué se basa? ¿Cómo están jugando las emociones en la relación? Ser consciente de nuestras conversaciones internas desactiva las emociones.
IDENTIDAD: Hacernos conscientes de que lo que está en discusión son hechos y comportamientos no “la persona que somos”. Reconocer que en los reclamos del otro está la necesidad de modificar un comportamiento, no un rechazo a nuestro ser. Y ser conscientes de cómo decimos las cosas, para cuidar nuestra manera de expresarnos (por ejemplo evitar decir: “sos un irresponsable”, reemplazando por: “no entregaste el informe en la fecha en que te comprometiste”).
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