¿Qué nos pasa cuando alguien no está de acuerdo con nosotros? ¿Cómo recibimos feedback sobre nuestra gestión? ¿Cómo nos sentimos y reaccionamos cuando interpretamos que alguien “critica” alguna tarea o proceso que está a nuestro cargo?
Muchas veces reaccionamos a la defensiva cuando sentimos que de alguna manera otra persona está intentando “dañarnos”. Cuando interpretamos que está en juego nuestra “identidad pública”, la marca que tanto nos esforzamos por construir. De alguna manera asociamos la tarea, la responsabilidad o el proceso a nuestro cargo a lo que somos, a lo que representamos y por miedo a “etiquetas” que no aceptaríamos se nos coloquen, salimos inmediatamente al “ataque”, a “defender” una posición, cueste lo que cueste.
El reaccionar a la defensiva es una práctica muy común en cualquier organización, o en cualquier equipo donde existen responsabilidades compartidas o asignación de tareas. Esta práctica afecta considerablemente las relaciones, puesto que la emoción que nos embarga nos impide escuchar y nos mueve a “acusar”, y es un obstáculo para el aprendizaje, puesto que nos quedamos “encerrados” en nuestras justificaciones (foco en el pasado) sin darnos la oportunidad de pensar en opciones válidas para el futuro que capitalicen nuestros errores.
Resumiendo, este hábito improductivo de reaccionar defensivamente lo podemos identificar:
Cuando otra persona expresa su malestar sobre una acción que hemos realizado. En este caso solemos sentirnos atacados personalmente y ponemos nuestra atención en defender nuestra identidad y en justificar nuestras acciones del pasado.
Cuando nuestra identidad es desafiada o criticada (Ej.: “sos el mismo de siempre, sólo te preocupas por vos y tu sector..”). En estos casos nos inclinamos a reaccionar emocionalmente para defendernos (amenazamos o criticamos al otro como respuesta).
¿Cómo actuar para evitar “reaccionar defensivamente”?
Algunos comportamientos que contribuyen a ser más efectivos en estos casos:
Escuchar con respeto y curiosidad, sin interrumpir. Buscando comprender la mirada del otro, sin la necesidad de responder o justificar.
Identificar los “botones” que accionan nuestras reacciones defensivas. Aquellos atributos con los que nos identificamos (Ej.: generosidad) y que nos molesta cuando no son reconocidos (Ej.: haber si una vez te preocupas por brindar ayuda a mi sector…).
Ser conscientes que lo que los otros dicen es su opinión, nola verdad. Diferenciar lo que dicen de lo que somos, nuestra identidad más allá de etiquetas.
Identificar qué podemos aprender de la mirada del otro. Qué de lo que nos dice puede ser un elemento que nos enriquezca y nos ayude a ser más efectivos, reconociendo que no siempre nuestro accionar es el reflejo de la identidad que queremos construir (el equivocarse es una opción que siempre está presente).
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